No se ha insistido lo suficiente en que los indignados españoles sobrepasan, con creces y contadas excepciones, el nivel de movilización y la popularidad de sus compañeros extranjeros. La autosuficiencia de las interpretaciones sobre el 15M no solo es fruto de su provincianismo, sino también de los tics autoritarios que perviven en nuestra cultura política. En nombre y en defensa de la democracia, entre el 12 y el 15 de marzo hemos desdeñado las dimensiones más generativas del movimiento y justificado su represión
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